Cierres Ibiza 2010 (VI): lo bueno, si breve…. pues eso, que se acabó

Lunes, 04 de Octubre de 2010

Uuuuuuuoooooay! Nuestro última jornada en Ibiza. Como en Space no nos portamos mal del todo (a pesar de lo que cabría esperar), pudimos levantarnos a tiempo de desayunar, aunque eso sí, por los pelos porque ya estaban a punto de cerrar el comedor. Al volver a la habitación, terminamos de empacar nuestras cosas (por suerte ya habíamos empezado el día anterior), y tras revisar que no nos dejábamos nada, lo bajamos todo a recepción para que nos lo guardasen en la habitación destinada a tal fin.

Aunque volveríamos a por los trastos, al cruzar la puerta ya nos dio pena porque oficialmente dejábamos de ser huéspedes del hotel. No teníamos el vuelo hasta la tarde, así que para la última mañana decidimos planificar algo que no fuese muy cansado y que tampoco implicase mojarnos ni ensuciarnos de arena, por lo que nos fuimos a Ibiza capital. Intentamos aparcar el coche en las cunetas y descampadillos que hay camino de Pachá, pero estaban a tope. Volviendo sobre nuestros pasos, frente al Club Náutico (donde salen los ferries de Formentera) vimos una indicación con la P mayúscula y recordamos de nuestro último viaje juntos que había allí un parking de pago, así que tomamos esa dirección para no complicarnos la vida. Dejamos el coche y nos fuimos a pie al centro histórico, que estaba muy cerca.

Debatimos si subir a Dalt Vila, es decir, el castillo. Como ya lo habíamos hecho otras veces (yo además hacía unos escasos tres meses que me pasé por allí), nos decantamos por pasear tranquilamente por las calles y plazas colindantes al puerto: el Paseo Vara de Rey, con los clásicos Hotel Montesol y Teatro Pereyra, el Carrer d’Enmig y sus tiendecillas, la pintoresca Calle de la Virgen….

Deambular por esta zona a principios de Octubre, significa encontrarse todas las tiendas abiertas todavía, muchas de ellas con saldos de fin de temporada, por lo que hay que estar alerta ante las posibles gangas. ¿Adivináis cuántas cosas me compré? Pues sí, como siempre, nada. Cada vez me interesa menos comprar cuando salgo de viaje a menos que sea algo muy específico que estuviese buscando antes de partir. Pero ello no quita que me recrease la vista ante los llamativos escaparates (algunos verdaderas obras de arte), y por lo general, saborear mis últimas horas en la isla.

Hacia el mediodía, nos acercamos al Bar San Juan. Es un local muy rústico donde se sirven comidas caseras a buen precio. Yo hasta ahora siempre se lo había recomendado a todo el mundo, pero tuvimos una mala experiencia y voy a estar un tiempo sin hacerlo. Resulta que llegamos a la una y media creyendo que aún no estaría lleno. Primer error: estaba hasta los topes. En otras circunstancias, habría salido uno de sus camareros a tomar nota de nuestra llegada e informarnos del tiempo aproximado de espera. Como nadie lo hacía, entramos. Tras la barra había un señor con cara de muy pocos amigos (desconozco si era el dueño) que nos fulminó con la mirada al vernos. Al solicitarle mesa, con algo de desdén nos dijo que por lo menos tendríamos que esperar 20 minutos. Le solicitamos que nos apuntara, y le informamos que íbamos a hacer un recado, pero que a las dos menos diez estaríamos de regreso. Segundo error: irnos.

Cuando llegamos a la hora prevista, fuera había mucha gente esperando. Entramos, y al dar mi nombre, con mucho desprecio me dijo que me había llamado dos veces y que me había tachado de la lista por irme. Entonces caí en nuestro tercer error: haberle hecho caso. Entiendo que nunca nos teníamos que haber ido de la puerta o al menos de las cercanías, ya que el restaurante funciona de esa manera, pero…. ¿tan difícil era decir las cosas de otro modo? Nos quedamos esperando a que nos dijera Mr. Simpatía si seguíamos interesados en comer o no, pero de su boca no salió nada, con lo que tuvimos más que claro que allí no nos íbamos a quedar, así que nos dimos media vuelta y nos fuimos, no sin antes despedirnos (para educación la nuestra, a pesar de que no obtuvimos respuesta alguna). Tal vez en un futuro vuelva, no lo sé, pero puedo decir que ahora ganas tengo más bien pocas.

Cerca hay otro restaurante casero, el Bon Profit, pero al pasar por delante vimos cola y decidimos ni intentarlo, no por nada, sino porque empezábamos a andar justos de tiempo. Volvimos al parking a por el coche, aunque nos costó mucho de encontrar…. ¡era mucho más enorme que tres años antes! Mejor, así no faltará sitio en temporada alta. No salió excesivamente caro, y nos dispusimos a repostar para llenar el depósito, ahora que estábamos a punto de devolver nuestro Jimny. Aprovechando que en una de las tienduchas de Platja d’En Bossa teníamos que cambiar algo, nos quedamos a comer la primera guarrería que se nos pasó por delante en los típicos restaurantes de comida rápida para guiris. En nuestra última comida nos hubiese apetecido algo más auténtico, pero bueno, no nos quedaba apenas tiempo.

Volvimos al hotel a por las cosas y nos despedimos del personal de recepción, la verdad es que todo el mundo en el hotel se portó muy bien con nosotros. Enfilamos hacia el aeropuerto, para llegar con un poquito de pena a los pocos minutos. Por este año se acababa ya la cosa. Pudimos embarcar sin incidente alguno esta vez, y en el vuelo esta vez sí que nos trajeron nuestro añorado refrigerio acompañado de anacardos, un clásico de nuestros vuelos anteriores a Ibiza.

El vuelo tuvo una duración cortísima de nuevo, ya que al poco de estabilizarnos en el aire, ya veíamos Benidorm a nuestros pies, señal de que el aterrizaje estaba a punto de producirse. Volvíamos a casa, con la sensación de haber aprovechado bien los pocos días que estuvimos fuera, pero más aún de haberlos disfrutado. Ambos llegamos a la conclusión que para la próxima no deberíamos volver a esperar tres años más, así que si alguien se quiere apuntar para 2011, que nos dé un toque 😉

PD: tras el aterrizaje, le volví a preguntar a Lady Merciless acerca de si el viaje había cumplido sus expectativas (recordad que ella fue la impulsora de nuestro regreso a Ibiza). Su respuesta fue clara y concisa: Me encanta que los planes salgan bien.

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Uf, me encanta todo, las fotos, las playas, los planes, la fiesta… (lo único que no me gusta es el imbécil del restaurante). Pero sabes qué es lo que más me ha gustado?? El final. A mí también me encanta que los planes os salieran bien, como a Hannibal.
    (Antes de reservar para el 2011… avísame…)

  2. Al del restaurante me parece a mí que los camareros le dejaron tirado para irse de after al DC-10 y por eso estaba con ese careto, jajajaja, es una pena porque el restaurante me encanta y como digo en el diario, de momento no tengo planes de volver.

    PD: para el 2011 namás carguen los vuelos, ¡a mirar opciones!

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